¿Te estás quedando sin oxígeno?

la voluntad de Dios, Reino de Dios,

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No es difícil encontrar personas que renuncien a un sueño o proyecto porque les resulta muy difícil continuar, algunos incluso pierden toda esperanza y abandonan la vida misma. La falta de perspectivas o la incertidumbre sobre el futuro es lo que les hace dudar de que puedan lograr la vida que desean. Es por eso que la gente se rinde y, desafortunadamente, este atributo se ha vuelto común cuando se trata de la fe.

“Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma” (Hebreos 10:38)

Cuando hablamos de la fe, no estamos hablando del derrumbe de los muros de Jericó o de la división del Mar Rojo, a pesar de que estos acontecimientos solo tuvieron lugar porque la fe se manifestó a través de la acción. La fe es el oxígeno del Reino de Dios: no se debe usar solo a veces cuando creemos que la necesitamos. Es una necesidad constante y es por eso que la vida de un cristiano no solo puede centrarse en los milagros o los logros físicos que la fe puede proporcionar; sería muy inmaduro y un grave error si se usara nuestra fe solo para eso.

Lo que Dios quiere de nosotros es la madurez espiritual. Él quiere personas cuya fe se mantenga fuerte en Él, independientemente de las bendiciones que puedan recibir o no. ¿Cuántas personas dejaron de ser fieles a Dios solo porque no recibieron las bendiciones que esperaban? Es como un buzo que corta su suministro de oxígeno solo porque no pudo encontrar lo que estaba buscando en el fondo del océano.

Vivir por la fe significa más que conquistar bendiciones materiales. Nuestra salvación viene antes que la prosperidad, la curación o cualquier otra cosa, así como Jesús sanó, prosperó y restauró, pero nunca dudó de su prioridad, que era traernos la salvación.

Sin una fe constante, nuestra conexión con Dios se rompe. Muchas personas mueren espiritualmente porque carecen de este “oxígeno”, y lo que les hace carecer de oxígeno es el pecado. Cuando pecamos, tenemos una conciencia pesada y, espiritualmente, estamos sin aliento, morimos lentamente.

Cuando vivimos por la fe, vivimos en obediencia a la voluntad de Dios y tenemos comunión con Él. Significa que tenemos una conciencia limpia, y que, a su vez, nos fortalece para seguir avanzando porque nada nos acusa, y no tenemos espacio en nuestras mentes para la duda.

Este es el tipo de fe que salva.

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