El poder de una mujer

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nanda in“Mi madre no hacía mas que quejarse de mí, nada de lo que yo hacía le agradaba , siempre me insultaba.”

En una conversación con amigas la semana pasada, decidimos hablar sobre nuestras raíces, y, por increíble que parezca, la mujer fue la que más nos influenció a errar más adelante… Que extraño, ¿no? Somos madres, amigas, hijas queridas, y al mismo tiempo, también aquellas que más perjudican de vez en cuando…

Es muy peligroso ser mujer. Si tú lo eres, tal vez ni sepas lo peligroso y arriesgado que es. Y no se trata de un terror psicológico, no. Ni necesitas levantarte de la silla e ir a la policía y pedir que la detengan, porque no es de este tipo de peligro que estamos hablando, sino del poder que ella tiene para influenciar.

No pienses que es una exageración, porque vas a comprender como el hombre puede llegar a ser fácilmente influenciado por la mujer. Vas a entender como ya influenciaste, de una forma o de otra, a tu esposo, hijo, amiga… Positiva o negativamente.

De una manera negativa, e incluso desesperada, la mujer puede usar, a propósito, la seducción que naturalmente tiene para conquistar lo que  quiera. Y si ella aplica esto, aunque sea a través de medios negativos, puede alcanzar sus objetivos rápidamente – aunque se quede desmoralizada después.

También puede influenciar a las amigas con comentarios maléficos sobre otras personas. Puede dejar al marido cabizbajo con sus críticas destructivas, sintiéndose sin valor ninguno. Y puede, entre tantas otras cosas,  llegar a hundir a alguien, al más profundo abismo, sin mucho esfuerzo.

Lo peor es que a veces ella ni necesita de palabras. Basta con una mirada, un gesto, un levantar de cejas, una respiración profunda en una situación… Son sólo detalles, pero son tan poderosos como balas listas para ser lanzadas. ¿Ahora entiendes mejor por qué ser mujer es tan peligroso? Porque ella no necesita mucho. No necesita dar un sermón o agredir con una bofetada. Sólo es preciso algunas chispas y el incendio está formado. Y no pienses que eso es cruel o demasiado injusto. Porque la influencia es un poder para el bien o para el mal. Para conducir al marido al Cielo o al infierno. E infelizmente, en este caso, no hay neutralidad.

¿Te acuerdas lo que aconteció con Adán? Él fue el primer hombre de la faz de la Tierra, fue creado por las propias manos de Dios, tenía una excelente relación de amistad con Él, estaba por encima de las otras creaciones, pero cuando fue influenciado por su mujer, Eva, todo acabó para él.

Sólo entre nosotras… Adán debe haber quedado tan arrepentido de haber oído a su esposa justamente en aquello que no debía, que puede hasta haber sido el creador de aquel dicho popular “Antes sólo que mal acompañado”.

Pero, bromas a parte, el diablo sabe que la mujer tiene un poder, siendo ella consciente de eso o no. Y también sabe que si ella no vigila, puede ser un buen instrumento en sus manos. Fue lo que ocurrió con Eva. Es lo que sucede con muchas de nosotras.

¿Y cómo podemos, entonces, usar el poder de la influencia de manera positiva?

En realidad, la mujer que influencia con sabiduría sabe que su papel es servir. Ella sirve porque ama, porque teme y porque sigue las orientaciones de Dios; debido a eso, ella no juzga a nadie por lo que ve. No hace que los otros crean que sólo ella tiene la razón, no se muestra excesivamente justa, porque sabe muy bien que no es perfecta. No derrumba, sino que levanta a quien está a su lado. Y justamente por eso su marido se siente bien, porque ella no le impone nada, sino que lo aconseja. No lo critica, sino que lo alerta. No lo hace sentirse inferior, sino que lo respeta y lo coloca en el lugar de destaque.

Y ella hace eso porque conoce a Dios. No porque sea religiosa, sino porque mantiene una profunda intimidad y comunión con Él. Y por eso sabe esperar el tiempo correcto para hablar, y sabe lo que habla. Y porque un día anheló conocer al Espíritu Santo, dio tiempo al tiempo y aprendió a usar la sabiduría, consiguió cambiar y llevar a la familia cerca de Dios.

Es por eso que la mujer es auxiliadora y no manipuladora. Ella tiene el privilegio y el don de Dios de poder hacer lo que Su Espíritu hace, actuando de la misma forma suave y natural como Él actúa. Pero, para eso, debe ser sensible a Su voz, y la del diablo también, para saber distinguir a quien va a oír.

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