El gran engaño

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¿Te has cansado de esforzarte por hacer que tu vida avance debido a algo que te detiene? Nada parece salir bien y sientes que estás caminando en círculos. Crees que algo está mal con la sociedad, o tal vez incluso contigo mismo. Algunas personas hasta apuntan hacia el cielo y culpan a Dios por todo lo que ha estado sucediendo en el mundo.

Pero, ¿de quién es la culpa?

Si bien muchas personas creen rápidamente en Dios, incluso si tiene la culpa, están menos dispuestas a reconocer la existencia de una fuerza negativa. Eligen creer solo en la existencia de la luz y no en las tinieblas, lo cual es una decisión muy peligrosa. ¿Por qué? Porque no puedes resistir algo que ni siquiera crees que existe, pero que aún puede dominarte.

“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

La Biblia habla de esta fuerza negativa en muchos pasajes, al describir situaciones en las que incluso Jesús mismo libera a las personas de ella. Este tipo de fuerzas negativas están en todas partes y las personas son, en su mayoría, ajenas a ellas, por lo que atribuyen sus retrasos, luchas y problemas a otros factores.

Las personas han sido engañadas por muchos años porque estas fuerzas negativas disfrutan de la oscuridad. Mientras menos personas tenga este conocimiento, más libertad tienen para seguir con sus fechorías.

‘El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10).

Cuando sabemos la verdad, estamos equipados con el conocimiento que nos libera de estas fuerzas negativas.

Si quieres ver los resultados de tu fe y el cumplimiento de las promesas de Dios en tu vida, también es tu deber luchar contra la oscuridad. Esto se hace posible cuando estamos llenos de luz. Esta luz proviene de la plenitud de Dios mismo en nuestro interior, cuando leemos Su palabra, caminamos como Él caminó, buscamos Su presencia y nos santificamos.

“Pero este género no sale sino con oración y ayuno.” (Mateo 17:21).

La mejor manera de santificarnos es a través de la oración y el ayuno. Y Jesús mismo afirma que, a través de estas dos prácticas, podemos evitar las fuerzas negativas que se resisten a la fe convencional. Cuando ayunamos, nos separamos del mundo y nos acercamos a Dios. El resultado es que nuestras oraciones obtienen un impulso de sacrificio para vencer todas las fuerzas de la oscuridad.

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