De Camino A Emaús

conectado con Dios, el poder de Dios,

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Después de que Jesús fue crucificado y resucitó, ascendió al cielo; pero dejó a sus discípulos una instrucción crucial: no abandones Jerusalén hasta que el Espíritu Santo haya venido sobre ti.

“Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.

Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo”. (Lucas 24: 13-19)

Estos dos discípulos no siguieron la orden de Jesús y se dirigían a Emaús, una aldea a unos 11 kilómetros de Jerusalén. Estaban tristes porque con la muerte de Jesús habían perdido las esperanzas de que Israel fuera liberado del dominio romano. Esto nos muestra que a pesar de todo el tiempo que pasaron con Jesús y después de haber sido testigos de su poder a través de señales y maravillas, nunca supieron quién era realmente. Solo lo vieron como un mero profeta, no como el Hijo de Dios.

Muchas personas hoy en día son como estos discípulos. Han experimentado el poder de Dios, pero aún no saben quién es realmente Jesús y eso es por una razón principal: ¡No tienen Su Espíritu!

Los momentos de adversidad llegan a revelar nuestro verdadero estado espiritual. En el caso de los dos discípulos, la falta del Espíritu Santo en ellos dejó a ambos sin sentido de dirección y tristes, en lugar de confiar en la palabra de Dios y permanecer en Jerusalén. Aquí vemos claramente cuán crucial es el bautismo con el Espíritu Santo para que un cristiano sea fuerte y permanezca con Dios hasta el final.

Hoy, Jesús nos da la misma dirección a seguir, pero solo aquellos que realmente lo conocen tienen el coraje y la fuerza para continuar su camino sin asustarse por los problemas de este mundo; y la única forma de conocerlo verdaderamente es teniendo el Espíritu Santo dentro de nosotros.

“Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.” (Lucas 24: 30-31)

Los desiertos de la vida mostrarán nuestra verdadera naturaleza. Aquellos que solo han recibido bendiciones y milagros no pueden resistir los desiertos cuando llegan, ya que las bendiciones y los testimonios no son suficientes para sostenernos durante los tiempos difíciles. Solo al recibir una naturaleza nueva y divina a través del Espíritu Santo podemos confiar en Dios sin importar las circunstancias. Es su Espíritu quien nos dará la fuerza y la sabiduría para vencer las dificultades y es Su mano la que nos sostendrá. Recuerda: las adversidades no vienen a quebrarte, sino a mostrarte quién eres realmente.

Sin este verdadero encuentro con Dios, todo lo que uno puede recibir son migajas. Su vida sigue siendo inestable y se sujeta a todas las emociones negativas, como la depresión, miedo, inseguridades, ira … pero cuando alguien recibe el Espíritu de Dios, su vida se transforma de agua en vino. Superan todo lo que solía dominarlos, e incluso si el mundo entero se levanta contra ellos, ¡siempre prevalecerán! Porque nadie puede destruir al que es nacido de Dios.

Sin embargo, para que este encuentro con Dios tenga lugar, Jesús necesita ver en ti sed de conocerlo. ¡La voluntad de entregarle a Él toda tu vida!

Es hora de centrarte. ¿Cómo has reaccionado entre tanta adversidad? Durante estos tiempos difíciles, ¿te mantienes fuerte y conectado con Dios o te alejas de Jerusalén como esos dos discípulos?

Obispo Alvaro Lima

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