Cada uno de nosotros irradia un tipo de energía. La energía que emitimos, ya sea positiva o negativa, refleja nuestro estado de ánimo e influye directamente en nuestras vidas. Puede moldear nuestro éxito, nuestras amistades, nuestras relaciones, nuestras finanzas; de hecho, puede transformar todo lo que nos rodea. Incluso nuestro cuerpo responde: “El corazón alegre es buena medicina,pero el espíritu quebrantado seca los huesos.” (Proverbios 17:22).
Mantener un espíritu positivo —ser vivaz, bondadoso y alentador, a la vez que se muestra sabiduría y ofrece consejos sabios— es un don excepcional. Quienes lo poseen se convierten en una luz para el mundo (Mateo 5:14). Tan solo el brillo en sus ojos o la alegría en su voz pueden marcar una verdadera diferencia en un mundo a menudo nublado por la negatividad. Un buen espíritu aporta mucha más armonía que cualquier tratamiento de belleza o maquillaje: “El corazón gozoso alegra el rostro, pero en la tristeza del corazón se quebranta el espíritu”. (Proverbios 15:13). Su impacto se da desde adentro hacia afuera.
Sin embargo, tener esta energía no es tan simple como pensar positivamente, participar de un taller o seguir a un coach de vida. Va más allá. Así como un dispositivo necesita una batería para funcionar, nuestro espíritu necesita una fuente de energía: el Espíritu Santo. Uno de los frutos del Espíritu es el gozo mismo (Gálatas 5:22). Recibirlo es gratis, y depende de cada uno de nosotros acogerlo y dejar que more en nosotros.
Todos los miércoles y domingos, tenemos reuniones dedicadas a fortalecer nuestra relación con Dios y a buscar al Espíritu Santo. Es una oportunidad para aprender más sobre Él y alinear nuestras vidas con su guía, experimentando bendiciones en cada área de la vida.
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