Influenciados por todo, menos por Dios

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Si hay un deseo común entre los seres humanos, es sentirse felices, tanto consigo mismos como con todo lo que los rodea. En el mundo actual, abundan los “vendedores de felicidad”. Si bien es imposible comprar la verdadera satisfacción y realización personal, muchos usan discursos motivacionales para influenciar a otros a seguir sus caminos, creyendo que serán recompensados ​​con una “dosis de felicidad”.

Este tipo de influencia, combinada con el anhelo de pertenencia, conduce a lo que se conoce como “comportamiento gregario”, donde las personas siguen ciertas tendencias simplemente porque la mayoría lo hace. Los humanos tenemos un impulso natural de pertenencia; formar parte de un grupo puede brindar sentimientos de aceptación, seguridad y validación. Sin embargo, el problema surge cuando las personas siguen las tendencias sin tomarse el tiempo de reflexionar sobre si realmente se alinean con sus valores.

Como resultado, las personas se vuelven cada vez más similares entre sí, perdiendo el contacto con sus propias identidades. Este fenómeno se manifiesta de diversas maneras, como la apariencia física, la elección de ropa e incluso la forma en que se realizan las tareas o se usa el lenguaje.

La pérdida de la identidad personal puede conducir a una crisis de identidad, especialmente entre quienes con frecuencia cambian de moda. Pueden imitar a tantas personas que olvidan quiénes son realmente.

Es interesante observar la facilidad con la que muchas personas caen en estafas, creyendo en promesas vacías y fórmulas mágicas que prometen cambiar vidas o traer felicidad. Sin embargo, cuando se trata de Dios y su Palabra, son extremadamente escépticos. Llenos de preguntas, dudas y juicios, terminan culpando a Dios por los desafíos de la vida y se resisten a las enseñanzas de fe que realmente podrían transformar sus vidas.

El mundo intenta convencer al máximo de personas de que las Sagradas Escrituras están obsoletas, insinuando que las enseñanzas de Dios ya no son relevantes. Sin embargo, a medida que la sociedad descarta los principios eternos, vemos un aumento del vacío interior, la confusión de valores y un anhelo de sentido en la vida.

Elegir lo que nos da placer inmediato es más fácil porque no requiere cambios profundos. En cambio, abrirnos a Dios implica examinarnos a nosotros mismos, afrontar nuestros defectos, reconsiderar nuestras decisiones y, a menudo, renunciar a ciertos comportamientos.

Sin embargo, cuando realmente deseamos algo, estamos dispuestos a pagar el precio que sea necesario para obtenerlo. En lo que respecta a la felicidad, el único camino hacia la verdadera plenitud es la fe en la Palabra de Dios. Este camino ya ha sido recorrido y confirmado por innumerables personas, así que ¿por qué no intentarlo?

En medio de todas las voces que compiten por nuestra atención, Dios se erige como la fuente suprema de influencia positiva, brindándonos una guía inquebrantable y una verdadera plenitud. Si estás cansado de buscar satisfacciones temporales y elusivas, te invitamos cordialmente a participar en nuestras reuniones del domingo, a las 12:00 h (también a las 8:30 h y 18:00h) en la Iglesia Universal más cercana, para ponerlo a prueba y ver si tú también puedes beneficiarte de la sabiduría eterna de la Palabra de Dios y experimentar su poder en tu vida.