Muchos de nosotros, de jóvenes, teníamos pósters en las paredes de nuestra habitación y soñábamos con nuestro cantante o actor favorito. Decíamos cosas como “¡Lo amo!”, aunque nunca lo habíamos conocido, nunca habíamos hablado con él y sabíamos poco más allá de lo que veíamos en la pantalla o el escenario. Lo que sentíamos no era amor. Lo cierto es que no podemos amar genuinamente a alguien que no conocemos. Este fue el tema que abordaron el obispo James y la Sra Helena Marques en la Terapia del Amor de la semana pasada.
Entonces, ¿cómo llegamos a conocer verdaderamente a alguien?
Para construir una vida amorosa sana, el punto de partida siempre es el mismo: conocer a Dios. La Biblia dice en Jeremías 9:23-24: « No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco —declara el Señor». La mayoría de nosotros no acudimos a Dios corriendo porque todo en la vida está perfecto. Lo buscamos en momentos de lucha, confusión o profunda necesidad. Ese problema, cualquiera que fuera, se convirtió en la puerta por la que comenzamos a conocerlo. Sin embargo, la única manera de conocer verdaderamente a Dios es recibiendo su Espíritu. Una vez que eso sucede y comenzamos a conocerlo más, nuestro amor por Él crece. Es entonces cuando comienza una verdadera relación. Dado que Dios es el Autor del Amor, conocerlo nos capacita para expresar amor a los demás.
Pero aquí está la clave: antes de poder amar verdaderamente a los demás, primero debemos conocernos a nosotros mismos.
¿Alguna vez te has preguntado por qué reaccionas de cierta manera en una discusión? ¿Por qué te cuesta perdonar? ¿O por qué ciertas cosas te molestan tanto? Si no entendemos quiénes somos, no podemos crecer. Si nos negamos a cambiar, a menudo es porque no nos hemos tomado el tiempo o no hemos tenido la valentía de evaluarnos.
Conocernos a nosotros mismos nos ayuda a comprender nuestros patrones, nuestros hábitos, incluso nuestras heridas, y nos da el poder de cambiarlas.
En el matrimonio, en una relación o en cualquier otra situación, es lo mismo. Tienes que esforzarte por conocer a la persona con la que estás. Sus gustos y disgustos, cómo piensa, qué le motiva. A menudo asumimos que conocemos a alguien porque vivimos con él, pero la familiaridad no es lo mismo que la comprensión. Ese tipo de conocimiento se logra escuchando, prestando atención, haciendo preguntas y estando dispuesto a aprender, no solo una vez, sino continuamente, a lo largo del tiempo.
Pero todo comienza con:
Juntos, estos forman la base de un amor sólido y duradero.
¿Te ayudó este artículo? Compártelo con alguien que también pueda necesitarlo, o mejor aún, únete a nosotros en persona todos los jueves en la Terapia del Amor.
¡Sé nuestro invitado especial!
Evento: Terapia del Amor
Día y hora: Jueves a las 20:00
Ubicación: La Catedral de los Milagros, Teatro Rainbow, 232 Seven Sisters Road, Finsbury Park, Londres, N4 3NX