Todos tenemos responsabilidades: con nuestra familia, nuestros amigos, nuestro trabajo y nuestra fe. Pero la forma en que elegimos manejarlas dice mucho de nuestro carácter.
Cuando pensamos en Abraham, lo primero que suele venir a la mente es la fe. Su confianza en las promesas de Dios, su obediencia, su fe incluso cuando las cosas parecían imposibles. Pero junto a la fe, otro rasgo destaca con igual claridad: la responsabilidad.
Cuando su esposa, Sara, no podía tener hijos, no buscó a otra mujer, aunque podría haberlo hecho según la costumbre de la época. En cambio, eligió la compasión. Esa decisión decía mucho de la clase de hombre que era. Se negó a causarle a su esposa un dolor innecesario, demostrando que el amor y la lealtad importan más que el deseo personal. Es en momentos como estos que vemos el carácter de Abraham.
La responsabilidad de Abraham se ilustra aún más en el cuidado a su sobrino, Lot. Cuando el padre de Lot murió, Abraham lo acogió en su casa, cuidándolo y velando por su seguridad y bienestar. Pero con el paso del tiempo, su creciente riqueza hizo que la tierra ya no pudiera mantener a ambos rebaños. Abraham, en lugar de insistir en su propio camino, permitió que Lot eligiera dónde quería establecerse.
Lot eligió Sodoma y Gomorra, un lugar que le pareció hermoso. Mientras tanto, Abraham vivía en tiendas de campaña y confiaba en la provisión de Dios. Pero cuando llegaron los problemas y Lot fue capturado durante un conflicto, Abraham no le dio la espalda. Reunió a sus hombres y rescató a su sobrino, junto con todos los demás que habían sido apresados.
No preguntó si Lot merecía ser salvado. No dijo: «Él tomó su decisión, ahora debe afrontar las consecuencias». Abraham actuó por amor y sentido del deber. Hizo lo correcto, no porque le beneficiara, sino porque era lo moralmente correcto. Incluso después de que Lot regresara a su antigua vida en Sodoma, Abraham no guardó rencor. Simplemente continuó caminando fielmente con Dios.
El mundo que rodeaba a Abraham estaba lleno de corrupción y egoísmo. Sin embargo, se negó a dejarse influenciar. Su actitud era sencilla: «Haré lo correcto, aunque todos los demás obren mal».
Es fácil mirar alrededor y pensar: «¿Para qué molestarme en hacer lo correcto si nadie más lo hace?». Pero Abraham nos recuerda que la responsabilidad no se trata de lo que hacen los demás, sino de quiénes elegimos ser.
La Biblia dice: «Sabed que los que son de fe, estos son hijos de Abraham.» (Gálatas 3:7). Si somos hijos de Abraham, entonces estamos llamados a seguir sus pasos, no solo en la fe, sino también en la responsabilidad.
«Convertirse en la propia bendición» significa vivir con la misma conciencia que tenía Abraham: que nuestras acciones, nuestras palabras y nuestra fe pueden impactar la vida de quienes nos rodean. La responsabilidad no es una carga cuando está arraigada en el amor; es una oportunidad para reflejar la bondad de Dios en un mundo que la necesita desesperadamente.
Abraham no solo fue bendecido; Se convirtió en una bendición para los demás, y esa es la vida a la que Dios nos llama.
Únete a nosotros este miércoles 29 de octubre en la Iglesia Universal en español para profundizar en el tema inspirador: «Cómo Convertirse en la Propia Bendición». Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar para ayudar a quienes están lejos de Dios a encontrar el camino hacia Él.
Trae tu Biblia, invita a un amigo y ven preparado para recibir ánimo. ¡Es un mensaje que no te querrás perder!
Evento: Cómo Convertirse en la Propia Bendición
Día y hora: Miércoles 29 de octubre a las 19:30h (también a las 7:00h, 12:00h y 16:30h)
Lugar: En la Iglesia Universal en español