¿Alguna vez has estado en una relación donde pusiste a la otra persona por encima de todo lo demás: tus amigos, tu familia, incluso de ti mismo/a? Es fácil hacerlo, ¿verdad? Cuando amas a alguien, esa persona puede convertirse en tu mundo entero.
Este fue precisamente el tema que abordaron el obispo James Marques y su esposa, Helena, durante una reciente reunión de la Terapia del Amor en la Catedral de los Milagros. Explicaron cómo una de las principales causas de desequilibrio en las relaciones, ya sea que estés soltero/a o casado/a, es cuando las personas ocupan el lugar que le pertenece a Dios.
Para ilustrar esto, nos remontaron al principio, a Adán y Eva. Dios les dio una instrucción sencilla: «…De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás…» (Génesis 2:16-17). Pero Eva desobedeció. Cuando Adán descubrió lo que había hecho, la eligió a ella por encima de la obediencia. No quería separarse de ella, así que también desobedeció a Dios. Ese momento fue el primer ejemplo de alguien que antepuso a otra persona a Dios.
La decisión de Adán aún refleja lo que muchos hacemos hoy: amar a alguien más que a Dios. Todo aquello que ponemos en el lugar de Dios, tarde o temprano, nos causará dolor. Eva fue un regalo, pero Adán cometió el error de amar el regalo más que al Dador.
Vemos este mismo patrón repetirse en nuestras propias vidas. Es parte de la naturaleza humana buscar la plenitud en las personas. Todos queremos sentirnos amados y deseados. Pero cuando amas a alguien más que a Dios, harás casi cualquier cosa por esa persona, incluso si eso significa comprometer tu fe.
Tal vez hayas dejado de ir a la iglesia porque tu pareja no quiere. Tal vez hayas guardado rencor en lugar de perdonar. Con el tiempo, esa persona comienza a ocupar el lugar en tu corazón que le pertenece a Dios.
Esto sucede tanto a solteros como a casados. Para los solteros, podría manifestarse en aceptar cualquier relación por miedo a la soledad, convenciéndose a sí mismos de que «Dios comprende mis necesidades». Pero en realidad, están comprometiendo su fe.
Para las parejas casadas, el problema surge cuando el cónyuge se convierte en su mundo entero. ¿El resultado? Inseguridad, celos, frustración, todo porque la pareja ocupa un lugar que debería pertenecer a Dios.
La Biblia nos ofrece un antídoto claro contra este desequilibrio. En Mateo 22:37-39, Jesús dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.”
Este es el primero y el más importante de los mandamientos. Y el segundo es semejante: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Ese es el orden perfecto del amor: primero Dios, luego uno mismo y después el cónyuge (o los demás).
Solo cuando te amas a ti mismo de una manera equilibrada y piadosa puedes amar verdaderamente a los demás de una manera sana. Amarte a ti mismo no es egoísta, es comprender el valor que Dios te ha dado. Cuando te ves a través de Sus ojos, no permites que nadie te trate como si no valieras lo que mereces.
Pero cuando esta orden se invierte, el dolor siempre acompaña. Si la opinión de alguien importa más que la de Dios, sus palabras pueden herirte fácilmente. Esto suele ocurrir porque les hemos dado demasiado poder, un lugar que solo le pertenece a Dios. De este desequilibrio surgen los celos, la ira y la baja autoestima.
La buena noticia es que cuando comprendes verdaderamente el amor de Dios por ti, todo cambia. Eres libre de amar a los demás sin perderte a ti mismo en el proceso.
Cuando Dios es lo primero, tu relación se convierte en un reflejo del paraíso. Un matrimonio basado en Su amor es como una pequeña muestra del cielo: pacífico, alegre y lleno de armonía.
Así que, si estás listo para transformar tu vida amorosa, acompáñanos a la Terapia del Amor, todos los jueves a las 20:00h. Podría ser la noche que te ayude a poner el amor en el orden correcto.
Evento: Terapia del Amor
Día y hora: Todos los jueves a las 20:00 h
Lugar: Catedral de los Milagros, Teatro Rainbow, 232 Seven Sisters Road, Finsbury Park, Londres, N4 3NX