Muchas personas han experimentado, y siguen experimentando, crecimiento espiritual, paz interior, renovación y una conexión más profunda con Dios durante este Ayuno de Daniel. Algunos quizá ya hayan recibido el don más grande de todos: el Espíritu Santo, mientras que otros quizá aún lo están buscando, pero han encontrado libertad de las cargas espirituales, claridad mental y un creciente deseo de vivir por fe.
Ahora bien, surge una pregunta importante: ¿Qué harás con lo que has recibido?
Es fácil guardar estas bendiciones para nosotros mismos, disfrutando y apreciando en silencio el cambio interior. Sin embargo, una de las señales más claras de que Dios está obrando en tu vida es el deseo de ayudar a otros a experimentar las mismas bendiciones. Como dice Mateo 10:8: «De gracia recibisteis, dad de gracia».
Ya sea que hayas recibido el Espíritu Santo o aún estés en camino hacia él, probablemente ya hayas obtenido algo valioso durante este propósito: paz, fortaleza, sabiduría, comprensión espiritual o quizás el despertar de una fe que antes estaba latente. Todos estos son dones que vale la pena compartir.
No necesitas ser pastor para evangelizar. Compartir tu fe no requiere un micrófono ni estar en un altar. Puede ser tan simple como enviar un mensaje de aliento a un amigo o familiar que esté pasando por un momento difícil, orar por alguien, invitarlo a una reunión o compartir lo que Dios ha hecho en tu vida, tanto durante estos 21 días como antes.
También podrías considerar unirte a nuestro Batallón, que se reúne los sábados a las 10:00 h en tu Iglesia Universal, donde salimos a las calles para compartir un mensaje de esperanza con quienes buscan una salida, o a uno de nuestros Grupos de Alcance Comunitario, donde servimos a nuestras comunidades locales tanto física como espiritualmente. Esto incluye visitar a los ancianos, alimentar a los hambrientos, ayudar a quienes están en prisiones u hospitales y compartir la buena nueva de la salvación.
Esta es una manera poderosa de extender la transformación que has recibido a quienes la necesitan.
Una de las principales razones por las que Dios nos da su Espíritu es para que podamos traer luz a este mundo oscuro. Su Espíritu no debe permanecer oculto; nos da para que podamos iluminar con su luz y brindar esperanza a otros.
Aunque aún no hayas recibido el Espíritu Santo, puedes compartir los cambios positivos que has experimentado. Quizás te sientas más ligero, con más paz, o hayas recibido respuesta a las oraciones que has estado esperando. Estas experiencias, por pequeñas que te parezcan, son significativas. Al compartirlas, abres la puerta para que alguien más se inspire y se acerque a Dios.
Recuerda: somos bendecidos para ser una bendición.
Notifications