En algún momento de nuestra vida, todos cargamos con una carga emocional: recuerdos de heridas, decepciones, traiciones o arrepentimientos del pasado. Estas cargas pueden arraigarse en nuestros corazones, creando amargura, resentimiento y un espíritu endurecido. Esto es extremadamente peligroso, ya que un corazón lleno de estas emociones no deja espacio para la presencia del Espíritu Santo.
Como hemos enfatizado a lo largo de estos artículos diarios, el objetivo principal del Ayuno de Daniel es crear espacio para que Dios more en nosotros. Y para lograrlo, debemos estar dispuestos a soltar las emociones tóxicas que contaminan nuestros corazones y nos impiden recibir su presencia.
La Biblia es clara: «Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros.» (Mateo 6:14). Guardar rencor no solo daña a la persona con la que estás enojado, sino también a ti. Te ata al pasado, bloquea tus oraciones contaminando tu fe y, lo peor de todo, impide que tu corazón sea moldeado por el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es manso, puro y, como su nombre lo indica, santo. Por lo tanto, no puede entrar en corazones llenos de ira, celos u orgullo. Si realmente deseamos estar llenos de su presencia, debemos purificar activamente nuestro interior, no solo evitando el contenido mundano, como lo estamos haciendo durante estos 21 días, sino también confrontando las emociones negativas que hemos enterrado o excusado.
Así que, si guardas rencor contra alguien que te ha herido o decepcionado, sientes amargura por eventos pasados que no comprendes, te sientes culpable por errores cometidos, envidias la vida o las bendiciones de otra persona, o luchas con un orgullo que te impide disculparte o perdonar, aquí tienes algunos pasos que pueden ayudarte:
1 – Reconoce el problema. Sé honesto contigo mismo y con Dios sobre lo que hay en tu corazón, y pídele al Espíritu Santo que te revele cualquier emoción oculta o dolor sin resolver. A veces, llevamos estas cargas tanto tiempo que empezamos a verlas como parte de nosotros, pero no lo son.
2 – Elige perdonar. No esperes a sentir ganas de perdonar, porque puede que nunca suceda. Puede sonar extraño, pero perdonar es una decisión consciente. Acude a Dios en oración y declara: «Dios, perdono a (nombre de la persona). Dejo ir este sentimiento tóxico».
3 – Ora por esa persona. Pídele a Dios que la bendiga. Esto te alegrará el corazón y demostrará tu compromiso de dejar ir la negatividad.
No es fácil, pero es posible. Cuando entregas esos sentimientos, abres la puerta para que el Espíritu Santo entre en tu vida, trayendo su paz, alegría y guía.
Notifications