En el mundo actual, los sentimientos suelen predominar. La sociedad nos enseña a “seguir nuestro corazón” y “hacer lo que nos parece correcto”. Sin embargo, para quienes desean caminar con Dios, esta mentalidad puede ser peligrosa. La fe no se basa en las emociones, sino en la obediencia.
Si bien nuestras emociones son parte integral de quienes somos, nunca fueron para guiarnos, simplemente porque las emociones cambian. Se ven influenciadas por las circunstancias, los estados de ánimo, las personas y todo lo que nos rodea. En cambio, la voluntad de Dios es inmutable, perfecta y confiable.
Las mayores victorias en la vida cristiana no provienen de hacer lo que nos parece correcto, sino de elegir obedecer a Dios, incluso cuando no nos sentimos inclinados a hacerlo.
Uno de los ejemplos más claros de obediencia sobre emoción se encuentra en Jesús mismo. La noche antes de su crucifixión, oró: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea mi voluntad, sino la tuya» (Mateo 26:39).
En ese momento, consciente del sufrimiento que le aguardaba, el Señor Jesús no sintió deseos de ir a la cruz. Sin embargo, priorizó la voluntad de su Padre y obedeció, a pesar de sus sentimientos.
En nuestra vida diaria, también enfrentamos decisiones que contradicen nuestras emociones, como perdonar a alguien incluso cuando aún nos sentimos heridos, permanecer fieles cuando no vemos resultados inmediatos, orar y leer la Biblia incluso cuando nos sentimos cansados o distraídos, o elegir la fe cuando el miedo intenta apoderarse de nosotros.
Aunque estos momentos pueden ser incómodos, cuando logramos superar los impulsos emocionales, se convierten en victorias espirituales, y estas victorias forjan nuestro carácter y profundizan nuestra conexión con Dios.
Lo mismo se aplica al Ayuno de Daniel. Al rechazar los medios y las distracciones seculares, aprendes a negar tu propia voluntad y a alinearte con la de Dios. Algunos días pueden sentirse secos e incluso podrías considerar detener el ayuno. ¡Es entonces cuando tu compromiso de obedecer es más importante! Dios no recompensa los sentimientos; recompensa la fidelidad, y la obediencia es la evidencia de la fe.
Así que hoy, no te preguntes: “¿Cómo me siento?”. En cambio, pregúntate: “¿Qué quiere Dios que haga?” y hazlo.
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